30.10.2014

Qué rápido se olvida. Qué poco tiempo se tarda en fingir que eres una roca y nada te afecta. Qué fácil te es a veces inventar una coraza con la que intentas no sentir nada. Cuando la cierras a tu alrededor, cuando subes la cremallera, crees que el mundo ya no te puede hacer daño. Que tú eres el portador de la verdad y nada podrá destruirla nunca. Y todo eso persiste en tu cabeza, bañado por esa ilusión que te convence al decirte que sí, que eres insensible al dolor.

O a lo mejor es cierto; a lo mejor sí que eres insensible, una roca, poderosa y fuerte. Nada te importa, nada te afecta y todo lo que ocurre a tu alrededor es banal para ti. Nunca nada te ha molestado. O quizá era al contrario, todo te molestaba y no soportabas a nadie.

Aunque puede ser que lo finjas. Puede ser que te des cuenta de que hay gente que sabe que dentro de ti también existe el sufrimiento. Ahora a lo mejor sigues haciéndolo; sigues adelante con la representación de tu indiferencia. Haces daño y no te importa, o como mínimo lo das a entender.

Puede que ahora te arrepientas de ese pasado, de compartir aquel tiempo. Pero no te olvides de que a veces nos cansamos de las corazas.

 

PD Sí, a ti: Ni una lágrima más, no habrá más pensamientos en los que seas protagonista.

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